martes, 25 de diciembre de 2012

El Perseguidor


"Se creen sabios porque han juntado un montón de libros y se los han comido. Me da risa, porque en realidad son buenos muchachos y viven convencidos de que lo que estudian y lo que hacen son cosas muy difíciles y profundas. En el circo es igual, Bruno, y entre nosotros es igual. La gente se figura que algunas cosas son el colmo de la dificultad, y por eso aplauden a los trapecistas, o a mí. Yo no sé qué se imaginan, que uno se está haciendo pedazos para tocar bien, o que el trapecista se rompe los tendones cada vez que da un salto. En realidad las cosas verdaderamente difíciles son otras tan distintas, todo lo que la gente cree poder hacer a cada momento. Mirar, por ejemplo, o comprender a un perro o a un gato. Ésas son las dificultades, las grandes dificultades".

Julio Cortazar

sábado, 1 de diciembre de 2012

El reloj de arena


Está bien que se mida con la dura
Sombra que una columna en el estío
Arroja o con el agua de aquel río
En que Heráclito vio nuestra locura

El tiempo, ya que al tiempo y al destino 
Se parecen los dos: la imponderable 
Sombra diurna y el curso irrevocable 
Del agua que prosigue su camino.

Está bien, pero el tiempo en los desiertos 
Otra substancia halló, suave y pesada, 
Que parece haber sido imaginada 
Para medir el tiempo de los muertos.

Surge así el alegórico instrumento
De los grabados de los diccionarios,
La pieza que los grises anticuarios
Relegarán al mundo ceniciento

Del alfil desparejo, de la espada 
Inerme, del borroso telescopio, 
Del sándalo mordido por el opio 
Del polvo, del azar y de la nada.

¿Quién no se ha demorado ante el severo
Y tétrico instrumento que acompaña
En la diestra del dios a la guadaña
Y cuyas líneas repitió Durero?

Por el ápice abierto el cono inverso 
Deja caer la cautelosa arena, 
Oro gradual que se desprende y llena 
El cóncavo cristal de su universo.

Hay un agrado en observar la arcana 
Arena que resbala y que declina 
Y, a punto de caer, se arremolina 
Con una prisa que es del todo humana.

La arena de los ciclos es la misma 
E infinita es la historia de la arena; 
Así, bajo tus dichas o tu pena, 
La invulnerable eternidad se abisma.

No se detiene nunca la caída 
Yo me desangro, no el cristal. El rito 
De decantar la arena es infinito 
Y con la arena se nos va la vida.

En los minutos de la arena creo 
Sentir el tiempo cósmico: la historia 
Que encierra en sus espejos la memoria 
O que ha disuelto el mágico Leteo.

El pilar de humo y el pilar de fuego,
Cartago y Roma y su apretada guerra,
Simón Mago, los siete pies de tierra
Que el rey sajón ofrece al rey noruego,

Todo lo arrastra y pierde este incansable 
Hilo sutil de arena numerosa. 
No he de salvarme yo, fortuita cosa 
De tiempo, que es materia deleznable.

Jorge Luis Borges

domingo, 25 de noviembre de 2012

La Identidad Narrativa



"El hombre es siempre un narrador de historias...
trata de vivir su vida como si la contara."

J. P. Sartre: La náusea.


       La filosofía del “primer” Heidegger sostiene que el hombre –al que denomina Dasein “ser ahí”– es de suyo comprensión e interpretación, y que de hecho se encuentra existiendo en un mundo ya interpretado.



Mismidad y alienación

       En su situación, el ser-ahí, debe asumir su poder-ser, debe llegar a ser él mismo. Pero, también de hecho, se encuentra siempre ya inserto en un sistema de creencias, conocimientos y valoraciones que no son propiamente los suyos, sino los de todo el mundo: se encuentra ya interpretado por el impersonal y omnipresente “uno” (das Man), que es el quién de la existencia cotidiana.
       Así, pues, la tarea de llegar a ser sí mismo equivale a la resolución de realizar un proyecto de sí mismo cuyo mantenimiento constituye la fidelidad de “la existencia con respecto a la propia mismidad” (1).


Narrativa y temporalidad

       Estos escasos elementos de una fenomenología de la existencia, muestran la perplejidad del filósofo tras la destrucción de la idea de un sujeto sustancial y de la consiguiente posibilidad de fundamentar la filosofía en un saber primero e inconmovible de ese mismo sujeto.
       Nuestra tesis, basada en la obra de Paul Ricoeur (2), sostiene que esa perplejidad puede hallar una “réplica poética” en la narrativa (histórica o de ficción), que no es un simple entretenimiento sino el modo más apropiado en que el existente humano da (se da) cuenta de su propia temporalidad e historicidad.
       El personaje sartreano de La Náusea afirma que “cuando uno vive, no sucede nada. Los decorados cambian, la gente entra y sale, eso es todo. Esto es vivir. Pero al contar la vida, todo cambia”. ¿Por qué? Porque, según nuestra opinión, la acción de contar es una suerte de laboratorio experimental que anticipa las opciones de la vida real y predispone para la decisión moral. Sirve de modelo de la propia mismidad, entendida no como la estabilidad de un carácter o la constancia de un ser substancial sino más bien como ese modo de existir que se sostiene en el ser en virtud de la fidelidad, como se cumple una promesa: es la persona en cuanto maintien de soi, en cuanto el otro puede contar con ella (3).


Lectura y apropiación

       En el mundo común ya interpretado, el existente encuentra también las historias, los textos y se apropia de ellos en el acto de la lectura que lo sustrae de la caída en el uno, creando una distinción que explicita la suerte de ser-en-el-mundo desplegado delante del texto, pues, por muy fantasiosa que sea la trama de un texto de ficción, no deja de ser una variación imaginaria del mundo, que el lector sólo comprenderá si a su vez también pone en juego las variaciones imaginarias de su propio ego.
       La fusión del horizonte histórico propio con el ajeno del texto le permite al lector vislumbrar un modelo de su propia mismidad, presentida como la identidad surgida de un relato, la identidad narrativa. En efecto, la indagación del artista en su propia vida, trasmutada mágicamente en una narración, no tiene otra finalidad que la de recuperar lo propio –la mismidad– sepultado por las sedimentaciones de los hábitos y las urgencias de la vida social y pragmática “ese trabajo de escritor –dice Proust– de intentar ver algo diferente bajo la materia, bajo las palabras, es exactamente el trabajo inverso del que, cada minuto, cuando vivimos apartados de nosotros mismos, el amor propio, la pasión, la inteligencia y también la costumbre realizan en nosotros, amontonado encima de nuestras impresiones verdaderas, para ocultárnoslas enteramente, las nomenclaturas, los fines prácticos que llamamos falsamente la vida” (4). Ese esfuerzo del creador traducido en el texto y compartido por el lector, ayuda a constituir la identidad de cada uno en una narración coherente. Ahora bien, cada lector, según Proust, “es, cuando lee, el propio lector de sí mismo”, de modo que la lectura se convierte en una experiencia de pensamiento por el cual nos ejercitamos a habitar mundos extraños a nosotros mismos, y no como un juego irreal sino como un desafío con consecuencias morales, pues como dice Ricoeur un relato “jamás es estéticamente neutro”, si no más bien “el primer laboratorio del juicio moral”.
       El lector, por ende, debe convertirse a su vez en agente, en iniciador de acción, al elegir entre las múltiples propuestas éticas ofrecidas por la lectura.


Psicoanálisis y narración

       La experiencia psicoanalítica es muy instructiva en este respecto, puesto que en la psicoterapia “unos procesos interrumpidos se integran en una historia completa (que se puede narrar)” (5). En efecto, la finalidad de la cura es sustituir los fragmentos inconexos de la historia personal, que se han hecho ininteligibles e insoportables, por una historia coherente y aceptable en la cual quien se somete al análisis –que ha sido, auxiliado por el analista, el autor de tal historia– pueda reconocer su identidad.
       Allí se ve cómo la historia de una vida se constituye por medio de una serie de rectificaciones de relatos previos, lo cual, por otra parte, encuentra su pedant en la constitución de la identidad narrativa de pueblos y comunidades, como la muestra ejemplarmente el caso del pueblo judío: en ambos casos, un sujeto se reconoce en la historia que él mismo se cuenta a sí mismo sobre sí mismo.


Vida y literatura

       La identidad narrativa puede ilustrarse, además, recordando que para Aristóteles “la poesía es más filosófica y elevada que la historia”, ya que ésta atiende sólo a lo particular y accidental, mientras que la poesía se atiene a lo que puede suceder. Al no estar atado al detalle confuso de los hechos, el poeta, el dramaturgo, el novelista, selecciona y reordena las acciones en la trama rígida de un mito –lo que Ricoeur llama mise en intrigue–. Si tenemos en cuenta que en la vida real el sentido de los sucesos se aclara, por así decirlo, a posteriori, desde el punto final hacia el que tendrán sin que lo supiéramos, bien puede uno a veces pensar que en realidad no pasa nada, como decía Sartre; y que por ello “hay que escoger entre vivir o contar” o, como decía Pirandello, “en verdad la vida o se vive o se escribe” (6); hay que elegir entre la náusea del caos y el sinsentido, y el sereno orden del relato, pues únicamente narrándola se ordena la insostenible incoherencia de todo existir, pues elimina lo accidental, lo no perteneciente al fin de lo narrado –al sentido de la acción– conservando tan sólo los momentos que integran el ideal aristotélico de “una acción completa y entera, con un comienzo, un medio y un fin”.
       En la vida real, en efecto, “ninguna acción tomada por sí misma es un fin (una conclusión) sino en tanto que en la historia contada ella concluye en curso de acción, desata un nudo, compensa la peripecia del héroe con un acontecimiento, sella el destino del héroe con un acontecimiento último que clarifica toda la acción” (7). El dilema de Sartre y Pirandello se disuelve si se tiene en cuenta que, en verdad, se escribe para vivir, para que la vida encuentre su identidad al reconocerse en la historia que se cuenta a sí misma. Tal es quizás el sentido de la revelación final de las laboriosas búsquedas de la recherche proustiana, cuando Marcel, al cobrar conciencia del tiempo incorporado a su propia existencia y recuperado en las reminiscencias involuntarias y en la fidelidad a la futura obra, expresa:
“La verdadera vida, la vida al fin descubierta y dilucidada, la única vida, por lo tanto realmente vivida, es la literatura” (8). Pero esto no es una mera apología de la literatura, sino la reafirmación de la sentencia socrática: una vida sin examen no merece ser vivida. Y este examen es precisamente narrativo, en la medida en que –como dice Ricoeur– “comprenderse es apropiarse de la historia de su propia vida. Ahora bien, comprender esta historia es hacer el relato de ella, guiados por los relatos, tanto históricos como ficticios, que nosotros hemos comprendido y amado” (9).


Mario A. Presas

Para La Nación,
La Plata, 1993.



(1) Heidegger, Sein und Seit, Tublingen, 1953, Pág. 391.
(2) Remito en general a mis ensayos “Metáfora, relato y acción. Aproximaciones a la obra de P. Ricoeur”. LA NACIÓN, 27-09-87 y “Los caminos divergentes de Paul Ricoeur” LA NACIÓN, 14-02-93.
(3) Cfr. Paul Ricoeur, Soi-même comme un autre, Paris, 1990, Cap. 6 “Le soi et l´identité narrative”.
(4) Marcel Proust, En busca del tiempo perdido 7: El tiempo recobrado, Madrid, 1969, Pág. 246.
(5) Hans-Georg Gadamer, Verdad y método II. Salamanca, 1992, Pág. 241.
(6) Cfr. Mario Presas, “Vida y arte en L. Pirandello”, Criterio, XLVII, N 1707/08.
(7) Paul Ricoeur, Du texte a´ l´ action, París, 1986, Pág. 14.
(8) Proust, op. cit, Pág. 246.
(9) Paul Ricoeur “Auto-comprehension et histoire”, en Calvo Martinez y Avila Crespo (Eds.), P. Ricoeur, Los caminos de la interpretación, Barcelona, 1991, Pág. 25.

jueves, 1 de noviembre de 2012

La Destruction (1857)


Sans cesse à mes côtés s'agite le Démon;
II nage autour de moi comme un air impalpable;
Je l'avale et le sens qui brûle mon poumon
Et l'emplit d'un désir éternel et coupable.

Parfois il prend, sachant mon grand amour de l'Art,
La forme de la plus séduisante des femmes,
Et, sous de spécieux prétextes de cafard,
Accoutume ma lèvre à des philtres infâmes.

II me conduit ainsi, loin du regard de Dieu,
Haletant et brisé de fatigue, au milieu
Des plaines de l'Ennui, profondes et désertes,

Et jette dans mes yeux pleins de confusion
Des vêtements souillés, des blessures ouvertes,
Et l'appareil sanglant de la Destruction!

Charles Baudelaire (1821-1867)


La destrucción

Incesante a mi lado se agita el Demonio;
Flota a mi alrededor cual aire impalpable;
Respiro y siento que quema mis pulmones
Y los llena de un deseo eterno y culpable.

A veces toma, conocedor de mi gran amor al Arte,
La forma de las más seductoras mujeres,
Y bajo especiosos pretextos de tedio,
Acostumbra mis labios a infames placeres.

Así me conduce, lejos de la mirada de Dios,
Jadeante y destruido por la fatiga, al medio
De las llanuras del Hastío, profundas y desiertas,

Y lanza a mis ojos llenos de confusión
Ropa sucia, heridas abiertas,
¡Y la maquinaria sangrienta de la Destrucción!

Traducción: Marcelo Damiani

miércoles, 17 de octubre de 2012

Una Metáfora


Pasaron, como venía diciendo hace un momento, veinte años: anochece. Día tras día, hora tras hora, segundo a segundo, desde que, por entre sus labios ensangrentados me expelió, inacabado, a lo exterior, esto no para, continuo y discontinuo, a la vez, el gran flujo sin nombre, sin forma y  sin dirección —   pueden llamarlo como quieran, da lo mismo— en el que estoy ahora, bajo los letreros luminosos que flotan, verdes, amarillos, azules, rojos, violetas, irisando la penumbra en la altura sobre la calle, en el anochecer de invierno. Y encima, más que seguro, en estos tiempos, casi todos son todavía reptiles. Pocos, muy pocos, aspiran a pájaro —aquí o allá, entre lo que repta, babea, acecha, envenena, en algún rincón oscuro, y a veces sin haberlo deseado,  por alguna causa ignorada por él mismo, alguno empieza a transformarse, a ver, con extrañeza, que le crecen plumas, un pico, alas, que ruidos no totalmente odiosos salen de su garganta y que puede, si quiere, dejar atrás todo eso, echarse a volar. Desde el aire, si mira hacia abajo, puede ver de qué condición temible proviene cuando percibe lo que a ras del suelo, como él mismo hasta hace poco, corrompe, pica, viborea. Todo eso desgarra, mata, muere, en el susurro, el roce helado, el bisbiseo, con saña trabajosa y obtusa, sin escrúpulos y quizás sin odio, asumiendo, en la naturalidad y hasta en el deber ni siquiera pensado o deseado, la defensa, la multiplicación, la persistencia, el territorio de la especie reptil.

Carlos Tomatis

martes, 25 de septiembre de 2012

Una foto de mi padre a los veinticinco

se ríe, tiene pinta
no se imagina nada
no sabe que le esperan
una mujer histérica
un hijo maricón
un trabajo sin éxitos
una amante frígida y asmática
la madre que lo abandonó pidiéndole cariño
no se imagina todo eso porque tiene solamente veinticinco
-mi edad ahora-
y tiene la fuerza del recién llegado
la fuerza del galleguito dispuesto a todo
la fuerza del enamorado
no se imagina nada
porque está peinado a la gomina
y tiene puesta su mejor corbata
y pide que le retoquen la foto
y “de noche cuando me acuesto le rezo a la virgen de la Macarena” 
retumba en su cabeza
y ríe
no se imagina nada
y veinte años después
perderá esa sonrisa
(llora ahora mientras la busca en la foto)
perderá el pelo y la figura
no se imagina a sí mismo
veinte años después mirando el programa de berugo
esperando la jubilación
esperando la paz
esperando la muerte
no se imagina nada en la foto blanco y negro con la firma de Silva
porque piensa que el mundo es suyo
piensa que le va a ir bien
que la vida es hermosa
no se imagina nada en la mirada de ojos negros tan brillantes
porque piensa que mañana va a ir a trabajar
y va a juntar dinero y a comprarse una casa
no se imagina nada
y tiene veinticinco
y Asturias ya está lejos
y también las ovejas y las montañas y las lentejas y la guerra civil y el 
cansancio y los churumbeles
y Franco
Y mañana va al baile de casa de Galicia
y conoce a mi madre
(él no se lo imagina)

Gustavo Escanlar

lunes, 17 de septiembre de 2012

Mutaciones


"Cruz, lazo y flecha, viejos utensilios del hombre, hoy rebajados o elevados a símbolos; no sé por qué me maravillan, cuando no hay en la tierra una sola cosa que el olvido no borre o que la memoria no altere y cuando nadie sabe en qué imágenes lo traducirá el porvenir." 

J.L. Borges

sábado, 1 de septiembre de 2012

Informe para una academia


“Yo, mono libre, acepté ese yugo; pero de esta manera los recuerdos se fueron borrando cada vez más. Si bien, de haberlo permitido los hombres, yo hubiera podido retornar libremente, al principio, por la puerta total que el cielo forma sobre la tierra, ésta se fue angostando cada vez más, a medida que mi evolución se activaba como a fustazos: más recluido, y mejor me sentía en el mundo de los hombres; la tempestad, que viniendo de mi pasado soplaba tras de mí, ha ido amainando: hoy es tan solo una corriente de aire que refrigera mis talones. Y el lejano orificio a través del cual ésta me llega, y por el cual llegué yo un día, se ha reducido tanto que –de tener fuerza y voluntad suficientes para volver corriendo hasta él– tendría que despellejarme vivo si quisiera atravesarlo. Hablando con sinceridad –por más que me guste, hablar de estas cosas en sentido metafórico– , hablando con sinceridad os digo: vuestra simiedad, estimados señores, en tanto que tuvierais algo similar en vuestro pasado, no podría estar más alejada de vosotros que lo que la mía está de mí. Sin embargo, le cosquillea los talones a todo aquel que pisa sobre la tierra, tanto al  pequeño  chimpancé como al gran Aquiles…”

Franz Kafka

sábado, 25 de agosto de 2012

La Lectura


"No hay una sola manera de leer bien, aunque hay una razón primordial por la cual debemos leer. A la información tenemos acceso ilimitado; ¿dónde encontraremos la sabiduría? Si uno es afortunado se topará con un profesor particular que lo ayude; pero al cabo está solo y debe seguir adelante sin más mediaciones. Leer bien es uno de los mayores placeres que puede proporcionar la soledad, porque, al menos en mi experiencia, es el placer más curativo. Lo devuelve a uno a la otredad, sea la de uno mismo, la de los amigos o la de quienes pueden llegar a serlo. La lectura imaginativa es encuentro con lo otro, y por eso alivia la soledad. Leemos no sólo porque nos es imposible conocer bastante gente, sino porque la amistad es vulnerable y puede menguar o desaparecer, vencida por el espacio, el tiempo, la comprensión imperfecta y todas las aflicciones de la vida familiar y pasional."


Harold Bloom.
Como y por qué leer

viernes, 17 de agosto de 2012

Despierta amigo, abandona la infancia (Parte VIII)


“La fuente principal de los peores males que afligen a los hombres es el hombre mismo: homo homini lupus. Aquel que comprende esto claramente, ve al mundo como un infierno aún peor que el de Dante; porque en él, un hombre es el demonio de otro. Por supuesto, algunos son más aptos para esta función; por ejemplo, un enemigo jurado lo es más que cualquier otro y se presenta en forma de conquistador, reúne a varios cientos de miles de hombres —unos enfrente de otros— y exclama: 'Vuestro destino es sufrir y morir; disparaos los unos a los otros con el cañón' — y ellos lo hacen [...] la conducta de los hombres se caracteriza por la regla de la injusticia, la extrema desigualdad, la dureza e incluso la crueldad; sólo como excepción se manifiesta otro tipo de conducta. La necesidad de un Estado y de una legislación se apoyan en este hecho [...] El modo en que el hombre trata al hombre se refleja, por ejemplo, en la esclavitud de los negros, cuyo objeto definitivo es la producción de azúcar y café. Sin embargo, no hace falta ir tan lejos, algunos niños entran en una fábrica de tejido de algodón u otro tipo de fábrica a los cinco años y, a partir de ese momento, trabajan primero diez horas al día, después doce y finalmente catorce, realizando siempre el mismo trabajo mecánico. Esto es pagar muy caro el placer de respirar. Y, sin embargo, es el destino de millones de seres humanos ... Nosotros, en cambio, podemos sentirnos profundamente miserables por los más leves incidentes o perfectamente felices por cualquier nadería. Digamos lo que digamos, el momento más feliz del hombre es en que se queda dormido, así como el momento más desgraciado es el momento en el que se despierta”. 

Arthur Schopenhauer. 
El mundo como voluntad y representación.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Despierta amigo, abandona la infancia (Parte VII)

“Como sobre el mar embravecido y sin límites, que levanta y abate rugiendo montañas de agua, el hombre navega confiado en su frágil embarcación. De la misma manera, la humanidad está tranquila en medio de un mundo de tormentos, apoyándose confiada en el principium individuationis”








Arthur Schopenhauer. 
El mundo como voluntad y representación.

miércoles, 25 de julio de 2012

Despierta amigo, abandona la infancia (Parte VI)


El conocimiento en general, lo mismo el racional que el puramente intuitivo, brota originariamente de la misma voluntad y forma parte de la esencia de las fases más altas de su objetivación como una nueva mejané ; como medio para la conservación del individuo y de la especie, ni más ni menos que cualquier órgano del cuerpo.
Por consiguiente, el conocimiento está desde sus orígenes determinado al servicio de la voluntad para la consecución de sus propios fines y permanece a su servicio casi en todos los casos; lo mismo ocurre con los animales y, poco más o menos en todos los hombres. 

Arthur Schopenhauer. 
El mundo como voluntad y representación.

martes, 17 de julio de 2012

Despierta amigo, abandona la infancia (Parte V)


"Los hombres son marionetas, que no se ven izadas por hilos externos, sino accionadas por una maquinaria interna; de allí que, al espectador externo, sus movimientos le resulten inexplicables ... Esta maquinaria es la voluntad de vivir: un impulso tan irracional como infatigable, algo respecto a lo cual, el mundo externo carece de cualquier explicación o justificación que posea una razón suficiente. Se trata del deus ex machina. Dicha voluntad es la que hace moverse a estas marionetas —aun cuando parezcan atraídas por los objetos, los cuales no poseen fuerza para ello— y las mantiene firmemente sobre un escenario del que harían mutis por el foro en cualquier instante. 
Los objetos externos, en cuanto motivos, determinan únicamente la dirección del movimiento de tales títeres, pero, en modo alguno procuran la razón suficiente del movimiento mismo, pues de lo contrario la causa no se compadecería para nada con el efecto. De todo esto se desprende que la vida no compensa tomarse tantas molestias y que, por lo tanto, ella misma no puede ser la meta."

Arthur Schopenhauer. 
El mundo como voluntad y representación.

domingo, 1 de julio de 2012

Despierta amigo, abandona la infancia (Parte IV)


"... el impulso sexual es el más intenso de nuestros apetitos, el deseo de los deseos, el foco del querer; todo nuestro propio querer in nuce y sus motivos eclipsan a todos los demás. Tal como la correspondiente satisfacción del mismo constituye para nuestro deseo individual el apogeo, la coronación, el objetivo último de todos nuestros afanes naturales, con cuya consecución todo queda logrado y con cuya frustración todo queda malogrado... 
De esta manera, el cuerpo es el lugar de origen de todas las representaciones que emergen como una masa abigarrada de deseos, impulsos, actos reflejos y reacciones, y que sólo después de hacerlo, es decir, a posteriori, son representadas en la conciencia. 
... mi cuerpo y mi voluntad son una misma cosa; o lo que yo llamo representación intuitiva de mi cuerpo, lo llamo así en cuanto adquiero conciencia de éste por una vía completamente distinta e incomparable: mi voluntad. O mi cuerpo es la objetivación de mi voluntad o, mi cuerpo, aparte de ser una de mis representaciones, es a la vez mi voluntad." 

Arthur Schopenhauer. 
El mundo como voluntad y representación.

lunes, 25 de junio de 2012

Despierta amigo, abandona la infancia (Parte III)


“... comparemos nuestra conciencia con una capa de agua de cierta profundidad. Las ideas claramente conscientes son, nada más que la superficie, la masa de agua es lo indistinto: los sentimientos, la sensación posterior a las percepciones, las intuiciones y, aquello que experimentamos en general ... Esta masa de la totalidad de la conciencia está en movimiento constante, en proporción a la vivacidad intelectual y a las diáfanas representaciones de la imaginación, las ideas claras expresadas en palabras y las resoluciones de la voluntad son lo que llega a la superficie a consecuencia de este movimiento. Todo el proceso de nuestro pensamiento y nuestras decisiones raramente yace en la superficie, es decir, rara vez se compone de una concatenación de juicios claramente concebidos, a pesar de que aspiramos a ello, con el fin de darnos una explicación a nosotros mismos y a otras personas. Pero, generalmente, la reflexión sobre el material del exterior, mediante la cual dicho material se convierte en ideas, tiene lugar en las oscuras profundidades de la mente. Esta reflexión se produce casi tan inconscientemente como la conversión del alimento en los bosques y en las sustancias del cuerpo. De ahí que, a menudo, seamos incapaces de explicar el origen de nuestros más profundos sentimientos; son fruto de nuestro ser íntimo y misterioso. Los juicios, las ideas repentinas, las resoluciones, emergen de esas profundidades, inesperadamente, para nuestro propio asombro... 

... La conciencia es la mera superficie de nuestra mente y, de ella, como del globo terráqueo, no conocemos el interior sino sólo la superficie... 
... Muchas veces no sabemos lo que deseamos o tememos. Podemos tener un deseo durante años sin que nosotros mismos lo admitamos o, sin que nos permitamos siquiera ser plenamente conscientes al respecto, porque el intelecto no debe saber nada de él, dado que la buena opinión que tenemos de nosotros mismos se vería lastimada. Pero, si el deseo es satisfecho, comprendemos, por la alegría que nos produce —no exenta de cierto sentimiento de culpa—, que eso era lo que deseábamos, por ejemplo, la muerte de un familiar cercano del que somos herederos. A veces no sabemos lo que tememos realmente porque nos falta valor para ser plenamente conscientes de ello. De hecho, a veces estamos completamente equivocados acerca del motivo por el que hacemos o dejamos de hacer algo, hasta que algún accidente nos revela el secreto y nos hace comprender que el verdadero motivo no era el que pensábamos, sino algún otro que no deseábamos admitir... En algunos casos, esto puede ir tan lejos como para que un hombre ni siquiera adivine el verdadero motivo de su acción..."

Arthur Schopenhauer. 
El mundo como voluntad y representación.

domingo, 17 de junio de 2012

Despierta amigo, abandona la infancia (Parte II)


“... tanto para Descartes como para los escolásticos la esencia del alma consiste, principalmente, en conocer, o más bien, en un pensamiento abstracto que no precisa de imágenes, ni del mundo corporal, tal como le ocurre al conocimiento intuitivo, a cuya esfera pertenecerían el anima sensitiva, y el cuerpo, más no el alma. La voluntad sería considerada por lo tanto como un acto mental y quedaría identificada con el juicio (como sugieren Descartes y Spinoza). A mi modo de ver es justo al revés. La voluntad es lo primero y originario; el conocimiento hace mero acto de presencia y pertenece a la manifestación de la voluntad. Todo hombre es cuanto es, merced a su voluntad, posee originariamente su voluntad y su carácter, y el querer constituye la base de su esencia; el conocimiento se añade a ello y solo sirve para mostrarle lo que ya es. Se conoce a consecuencia y en conformidad con su voluntad. Para todos los demás pensadores, el hombre quiere a consecuencia de y en conformidad con, su conocimiento; le bastaría con reflexionar sobre cómo le gustaría ser, para serlo. Tal sería su libertad: el hombre sería su propia obra bajo la luz del conocimiento. Por el contrario, yo mantengo que ya es su propia obra antes de todo conocimiento y que, el conocimiento, sólo viene a iluminar esto. Por eso no puede decidir ser de tal o cual manera, pues no puede ser de otro modo, sino que lo es para siempre y luego ya conociendo cuánto es. Según ellos, quiere lo que conoce; en mi opinión, conoce lo que quiere”.

Arthur Schopenhauer. 
El mundo como voluntad y representación.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Despierta amigo, abandona la infancia (Parte I)


"En el espacio infinito existen incontables esferas luminosas y en sus órbitas, giran docenas de pequeñas esferas iluminadas por aquellas. Su núcleo caliente está cubierto de una corteza dura y fría, en esa corteza, una película mohosa ha producido seres vivos y pensantes. Esta es la verdad empírica, lo real, el mundo. 
Sin embargo, para un ser que piensa, es una situación precaria vivir en una de esas incontables esferas, flotando libremente en el espacio ilimitado, sin saber de dónde viene ni a dónde va, existir como uno de esos innumerables seres iguales que se amontonan, se empujan y trabajan duramente, sin descanso. 
Que nacen y mueren rápidamente, en un tiempo sin principio ni fin”.

Arthur Schopenhauer. 
El mundo como voluntad y representación.

lunes, 5 de marzo de 2012

Límites


De estas calles que ahondan el poniente,
una habrá (no sé cuál) que he recorrido
ya por última vez, indiferente
y sin adivinarlo, sometido


a Quién prefija omnipotentes normas
y una secreta y rígida medida
a las sombras, los sueños y las formas
que destejen y tejen esta vida.


Si para todo hay término y hay tasa
y última vez y nunca más y olvido
¿quién nos dirá de quién, en esta casa,
sin saberlo nos hemos despedido?


Tras el cristal ya gris la noche cesa
y del alto de libros que una trunca
sombra dilata por la vaga mesa,
alguno habrá que no leeremos nunca.


Hay en el Sur más de un portón gastado
con sus jarrones de mampostería
y tunas, que a mi paso está vedado
como si fuera una litografía.


Para siempre cerraste alguna puerta
y hay un espejo que te aguarda en vano;
la encrucijada te parece abierta
y la vigila, cuadrifronte, Jano.


Hay, entre todas tus memorias, una
que se ha perdido irreparablemente;
no te verán bajar a aquella fuente
ni el blanco sol ni la amarilla luna.


No volverá tu voz a lo que el persa
dijo en su lengua de aves y de rosas,
cuando el ocaso, ante la luz dispersa,
quieras decir inolvidables cosas.


¿Y el incesante Ródano y el lago,
todo ese ayer sobre el cual hoy me inclino?
Tan perdido estará como Cartago
que con fuego y con sal borró el latino.


Creo en el alba oír un atareado
rumor de multitudes que se alejan;
son los que me han querido y olvidado;
espacio y tiempo y Borges ya me dejan.


      
Jorge Luis Borges, 1960

martes, 17 de enero de 2012

El cuchillo menos afilado



No sé

Es curiosa la dificultad que tenemos los humanos para decir “no sé, no entiendo”.
Y es curioso también cómo se va modificando a lo largo de los años, porque los niños no tienen dificultades en preguntar “¿por qué el cielo es azul?” o “¿por qué mi hermanito tiene ‘pitito’ y yo no?” o “¿por qué gritaban ustedes dos ayer por la noche?” o “¿por qué el agua moja y el fuego quema y la electricidad ‘da patadas’?”. Y siguen los porqué.
En todo caso, a lo que aspiro es que concuerde conmigo en que los niños no tienen dificultades ni conflictos en cuestionar todo. Y cuando digo “todo”, quiero decir “¡todo!”.
Pero a medida que el tiempo pasa empiezan los rubores, los temores y uno ya no se siente tan cómodo cuando se exhibe falible o ignorante. La cultura se va filtrando por todas partes y las reglas empiezan a encorsetar.
Uno se empieza a sentir incómodo cuando no entiende algo. Y la sociedad se ocupa de remarcarlo todo el tiempo:
“¿Cómo?, ¿no entendés?”
“¿No sabías que era así?”
“¿Dónde estabas metido, en una burbuja?”
“¡Es medio tonto, no entiende nada!”
O los más agraviantes aún:
“El ascensor no le llega hasta el último piso.”
“No es el cuchillo más afilado del cajón.”
“Le faltan algunos jugadores.”
Los ejemplos abundan. En el colegio uno solamente hace las preguntas que se supone que puede hacer. Pero si uno tiene preguntas que no se corresponden ni con el tema, ni con la hora, ni con la materia ni son las esperables por el docente, entonces son derivadas o pospuestas para otros momentos.
Es decir, ir a la escuela es imprescindible —obvio— pero claramente la escuela dejó de ser la única fuente de información (y la más consistente), como lo fue en un pasado no muy lejano. Y por eso creo que en algún momento habrá que re-pensarla. No dudo del valor INMENSO que tiene, pero requiere de adaptaciones rápidas a las nuevas realidades. Y no me refiero solamente a modificar los programas de estudio, sino a revisar las técnicas de educación que seguimos usando.
Durante muchos años, salvo a través de los padres, no había otra referencia más importante y fuente de conocimiento que ir al colegio. Sin embargo, las condiciones han cambiado mucho.
Ahora, los medios electrónicos no están solamente reducidos a la radio y la televisión. Y no es que hoy los colegios sean prescindibles —todavía— , pero me refiero a la unicidad y posición de privilegio que tuvieron durante más de medio siglo.
Hoy ya no. Internet, correos electrónicos, mensajes de texto, Skype, Twitter, Facebook, teléfonos inteligentes, Blackberries, IPhones, IPods, IPads y demás han reemplazado y ocupado esos lugares de preponderancia, o por lo menos están en franca competencia.
Perdón la digresión, pero no pude evitarla. Sigo: todavía la sociedad, en forma implícita o explícita, condena el decir “no sé”. Siempre sostuve que la matemática que se enseña infunde miedo entre los jóvenes, especialmente en los colegios, aunque también sucede en las casas de esos mismos jóvenes por el problema que tuvieron/tienen los propios padres de esos chicos.
Pero el otro día, en una entrevista, me propusieron que pensara si lo mismo no pasa con Lengua o Historia. Y creo que no, que no es lo mismo. Me explico: ningún niño siente que es inferior si no entiende algo de Historia o de Lengua. Lo siente, sí, cuando se trata de Matemática. Allí no hay alternativa. Si uno entiende, es un “bocho” y tiene patente de inteligente, “nerd” o algo equivalente. Es más, a ese niño le están permitidas ciertas licencias que los otros no tienen. Y eso porque le va bien en matemática. Y son pocos. Digo, son pocos los niños a los cuales les va bien, con todo lo que eso conlleva como carga por parte de los adultos.
“Le va bien.” ¿Suena raro, no? ¿Qué querrá decir que “le va bien”? Ese niño, quizás, puede preguntar. Nadie lo va a considerar mal si cuestiona lo que pasa alrededor “porque le va bien en
Matemática”. No es lo mismo que le vaya bien en Lengua o en Historia o en Geografía. Eso no, porque eso se aprende, se estudia, es cuestión de dedicarle tiempo. Con la matemática parece que eso no pasa. Es decir, la percepción generalizada que la sociedad tiene (al menos de acuerdo con mi experiencia) es que hay gente dotada y otra que no. Los dotados no necesitan mucho esfuerzo, entienden y listo. Y los otros, la gran mayoría, no importa cuánto tiempo le dediquen, o cuanto esfuerzo estén dispuestos a ofrecer, no hay caso. Algo así como que “lo que natura non da, Salamanca non presta”, con toda la brutalidad que esta frase implica.
Aquí, un breve paréntesis. El arte presenta también otro ángulo interesante. Si un niño tiene algunas condiciones que lo destacan en la pintura o en la música, por poner algunos ejemplos, entonces sí, ese niño está bien. Se lo acepta como “raro” (o “rara”) y puede hacer preguntas. Pero la media, la mayoría de los chicos, no. No está bien visto. Si uno pregunta, es porque no entiende o no sabe, y no queda bien exponerse como ignorante de algo. Parece como que generara vergüenza, propia y ajena.
¿Por qué? ¿Por qué se supone que uno no puede preguntar? ¿Por qué se supone que uno tiene que entender aunque uno no entienda? ¿Por qué está mal volver a preguntar algo que se supone que uno sabía pero que se olvidó? ¿Por qué? ¿Por qué no aceptar que vivimos constantemente sumergidos en una duda? ¿Por qué no valorar la duda como motor del aprendizaje, del conocimiento?
En todo caso, pareciera que sólo aquellos que tienen la seguridad de que nada les va a pasar son los que pueden cuestionar sin sentirse minimizados o disminuidos ante los ojos del interlocutor.
Y aquí es donde conviene detenerse. Si se trata de conseguir seguridad, uno podría decir “¿seguridad de qué?”. Seguridad de que nadie lo va a considerar a uno un idiota, o un tonto. O están también aquellos a quienes no les importa tanto el qué dirán.
Pero son los menos.
La sociedad parece sólo valorar “el gran conocimiento”, la cultura enciclopedista. Algo así como la cultura de ser un gran diccionario o una enciclopedia que camina. Una sociedad que discute a la creatividad, a aquel que se sale del molde, a aquel que pregunta todo el tiempo, aquel que dice “no sé”, “no entiendo”.
Yo creo que uno debería tratar de estimular la prueba y el error. O, mejor dicho, de estimular que el joven pruebe y pruebe, que pregunte y pregunte, y que busque él/ella la vuelta para ver si le sale o si entiende lo que en apariencia le resulta inaccesible.
Sobre todo invito a los adultos a que nos asociemos a la búsqueda con ellos, a mostrarnos tan falibles como ellos, sobre todo porque SOMOS tan falibles como ellos, y no estaría mal mostrarnos tan apasionados por entender como ellos, tan curiosos como ellos.
En definitiva, el saber es algo inasible, difícil de definir. Y perecedero, salvo que uno lo riegue todos los días. ¿Qué quiere decir saber algo? Una persona puede saber cuáles son todos los pasos para conducir un auto, pero eso no significa que sepa manejar. Un cirujano, no bien egresa de la facultad de medicina, puede creer que sabe lo que tiene que hacer. De allí a poder operar, hay un trecho largo.
Por eso, el único camino es la pregunta, la duda y el reconocimiento constante del “no sé, no sé cómo se hace; no entiendo; explicámelo de nuevo”.
Y eso es lo que creo que nos falta como sociedad: seguir como cuando éramos niños, sin pruritos ni pudores. Era el momento en el que no saber era visto como una virtud, aceptado por los adultos por la ingenuidad que contenía y porque la película estaba virgen y estaba todo por entender. Quizás uno llegue a la conclusión de que en esencia conoce poco y de muy poquitas cosas, pero la maravilla de la vida pasa por el desafío de descubrir. Y de poder decir “no sé, no entiendo”.

Adrián Paenza

(¿Cómo, esto también es matemática? Sudamericana 2011)