domingo, 17 de junio de 2012

Despierta amigo, abandona la infancia (Parte II)


“... tanto para Descartes como para los escolásticos la esencia del alma consiste, principalmente, en conocer, o más bien, en un pensamiento abstracto que no precisa de imágenes, ni del mundo corporal, tal como le ocurre al conocimiento intuitivo, a cuya esfera pertenecerían el anima sensitiva, y el cuerpo, más no el alma. La voluntad sería considerada por lo tanto como un acto mental y quedaría identificada con el juicio (como sugieren Descartes y Spinoza). A mi modo de ver es justo al revés. La voluntad es lo primero y originario; el conocimiento hace mero acto de presencia y pertenece a la manifestación de la voluntad. Todo hombre es cuanto es, merced a su voluntad, posee originariamente su voluntad y su carácter, y el querer constituye la base de su esencia; el conocimiento se añade a ello y solo sirve para mostrarle lo que ya es. Se conoce a consecuencia y en conformidad con su voluntad. Para todos los demás pensadores, el hombre quiere a consecuencia de y en conformidad con, su conocimiento; le bastaría con reflexionar sobre cómo le gustaría ser, para serlo. Tal sería su libertad: el hombre sería su propia obra bajo la luz del conocimiento. Por el contrario, yo mantengo que ya es su propia obra antes de todo conocimiento y que, el conocimiento, sólo viene a iluminar esto. Por eso no puede decidir ser de tal o cual manera, pues no puede ser de otro modo, sino que lo es para siempre y luego ya conociendo cuánto es. Según ellos, quiere lo que conoce; en mi opinión, conoce lo que quiere”.

Arthur Schopenhauer. 
El mundo como voluntad y representación.

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