El conocimiento en general, lo mismo el racional que el puramente intuitivo, brota originariamente de la misma voluntad y forma parte de la esencia de las fases más altas de su objetivación como una nueva mejané ; como medio para la conservación del individuo y de la especie, ni más ni menos que cualquier órgano del cuerpo.
Por consiguiente, el conocimiento está desde sus orígenes determinado al servicio de la voluntad para la consecución de sus propios fines y permanece a su servicio casi en todos los casos; lo mismo ocurre con los animales y, poco más o menos en todos los hombres.
Arthur Schopenhauer.
El mundo como voluntad y representación.
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