"Ningún idealismo es respetado. Si un filósofo estudia la
verdad, tiene que luchar contra los dogmatistas momificados; si un santo
persigue la virtud se astilla contra los prejuicios morales del hombre
acomodaticio; si el artista sueña nuevas formas, ritmos o armonías, ciérranle
el paso las reglamentaciones oficiales de la belleza; si el enamorado quiere
amar escuchando su corazón, se estrella contra las hipocresías del
convencionalismo; si un juvenil impulso de energía lleva a inventar, a crear, a
regenerar, la vejez conservadora atájale el paso; si alguien, con gesto
decisivo, enseña la dignidad, la turba de los serviles le ladra; al que toma el
camino de las cumbres, los envidiosos le carcomen la reputación con saña
malévola; si el destino llama a un genio, a un santo o a un héroe para
reconstituir una raza o un pueblo, las mediocracias tácitamente regimentadas le
resisten para encumbrar sus propios arquetipos. Todo idealismo encuentra en
esos climas su Tribunal del Santo Oficio."
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