“La fuente principal de los
peores males que afligen a los hombres es el hombre mismo: homo homini lupus.
Aquel que comprende esto claramente, ve al mundo como un infierno aún peor que
el de Dante; porque en él, un hombre es el demonio de otro. Por supuesto,
algunos son más aptos para esta función; por ejemplo, un enemigo jurado lo es
más que cualquier otro y se presenta en forma de conquistador, reúne a varios
cientos de miles de hombres —unos enfrente de otros— y exclama: 'Vuestro
destino es sufrir y morir; disparaos los unos a los otros con el cañón' — y
ellos lo hacen [...] la conducta de los hombres se caracteriza por la regla de la injusticia, la
extrema desigualdad, la dureza e incluso la crueldad; sólo como excepción se
manifiesta otro tipo de conducta. La necesidad de un Estado y de una
legislación se apoyan en este hecho [...] El modo en que el hombre trata al hombre se refleja, por ejemplo, en la
esclavitud de los negros, cuyo objeto definitivo es la producción de azúcar y
café. Sin embargo, no hace falta ir tan lejos, algunos niños entran en una
fábrica de tejido de algodón u otro tipo de fábrica a los cinco años y, a partir
de ese momento, trabajan primero diez horas al día, después doce y finalmente
catorce, realizando siempre el mismo trabajo mecánico. Esto es pagar muy caro
el placer de respirar. Y, sin embargo, es el destino de millones de seres
humanos ... Nosotros, en cambio, podemos sentirnos profundamente miserables por
los más leves incidentes o perfectamente felices por cualquier nadería. Digamos
lo que digamos, el momento más feliz del hombre es en que se queda
dormido, así como el momento más desgraciado es el momento en el que se
despierta”.
Arthur Schopenhauer.
El mundo como voluntad y representación.
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